05 julio 2016

Nunca, nunca, nunca subestimes el poder de un libro.


"Dice el tío Paco cosas maravillosas sobre los libros, y lo apunté exactamente como lo dijo para no olvidarlo nunca: Tabla para el naúfrago, escudo para el bueno y horca para el ruin, paraguas para el sol y la lluvia, capote de torero, ladrillo que hace paredes, que hace casas, que hace ciudades, que hace mundos. El libro es jardín que se puede llevar en el bolsillo, nave espacial que viaja en la mochila, arma para enfrentar las mejores batallas y afrentar a los peores enemigos, semilla de libertad, pañuelo para las lágrimas. EL libro es cama mullida y cama de clavos, el libro te obliga a pensar, a sonreír, a llorar, a enojarte ante lo injusto y aplaudir la venganza de los justos. El libro es comida, techo, asiento, ropa que me arropa, boca que besa mi boca. Lugar que contiene al universo."

Benito Taibo, Persona Normal


Para Lucy, por ser parte importante de este proceso.


Ahí estaba yo... una joven de 22 años recién salida de la carrera en Historia y recién estrenada en el mundo de los ninis, sin emociones ni esperanzas, con una terrible incertidumbre de lo que la vida me deparaba. No soporté estar en mi casa un día más porque la depresión me estaba arrastrando a lugares que yo sabía sería difícil de salir, así que fui a pedir trabajo. 
Tuve miedo y muchas ganas de salir corriendo en cuanto puse un pie ahí, después de una entrevista, una solicitud de empleo y entrega de documentos obtuve el empleo, ya habían pasado casi dos meses desde que el ciclo escolar había empezado y de repente me convertía en maestra de las materias de Geografía, Historia Universal e Historia de México. ¡Vaya paquete!
Siendo tan joven, se me vio como una amenaza, no se trataba de cualquier tipo de alumnos, también eran adolescentes. Se me advirtió que tenía que ser estricta para que no me faltaran al respeto, que no platicara sobre mi vida, que no fuera condescendiente, cosas que, por supuesto, acepté sabiendo que era para evitar conflictos pero que me aterrorizaron; en mi mente saltaba una pregunta ¿Educaré niños o monstruos?
El caso es que llegó el momento de mi presentación, que fue muy simple, había una nueva maestra y se debía seguir trabajando pues se acercaban los exámenes. Para no aburrir a mi lector sólo diré que había mucho trabajo por hacer, pero el más complicado y el que tomaría más tiempo fue que mis estudiantes me aceptaran.
Particularmente hubo un grupo que me costó más trabajo: Tercer grado de secundaria. ¡¡Horror!! un grupo muy cerrado, que me odió desde el primer día y que intentó sabotearme en varias ocasiones. Cuando era momento de dirigirme al salón las piernas me temblaban y cuando salía de darles clase lo único que quería hacer era correr a mi casa para llorar amargamente.
Esta relación negativa se manifestó en sus calificaciones del primer bimestre, me sentí culpable y empecé a pensar estrategias para modificar esa relación. Mi forma de ser me impide ser hipócrita, no podía hacerme su amiga y mucho menos convertirme en una tirana que los obligara a trabajar; fue entonces que los primeros signos aparecieron.
Ví en los cuadernos de mis alumnos imágenes de libros juveniles, libros que yo había leído. Una de mis alumnas era tan fan como yo (o incluso más) de Harry Potter, y había otros que no les gustaba leer pero leían lo que les dejaban en la materia de Español.
Me tardé en darme cuenta que esos signos (muy parecidos a la magia) eran mi herramienta, al principio tuve miedo de decir ¡Hey, ya lo leí, está buenísimo! o "te recomiendo tal..." ¿Cómo una "mujer adulta" se iba a poner a hablar de literatura juvenil como una adolescente?
Pero poco a poco fueron surgiendo las conversaciones sobre libros, hablamos sobre Eleanor and Park y aunque al principio la cara de ellos fue de ¡¿en serio te gusta leer?! después fueron confiando en mí. Incluso una alumna me regaló una imagen del libro (misma que aún conservo).
No crean que dejé de lado mi materia por los libros, de ninguna manera. Mi materia fue lo principal, pero aprovechaba los tiempos libres para conversar con ellos sobre lo que les gustaba, o les llamaba la atención, incluso para hacerles recomendaciones y que ellos me recomendaran títulos. Tiempo después ellos mismos comenzaron a preguntarme sobre libros y se acercaban a mí durante el receso para platicar de cualquier tema, ya no solo de literatura.
Esto que relato fue el detonante para que mi materia y mi forma de enseñar comenzaran a ser aceptadas, mis alumnos hasta se daban la oportunidad de hacer chistes históricos y participaban más en clase; fue verdaderamente un acto de magia, magia hecha por los libros.
Ese grupo que comenzó siendo el más atemorizante terminó como el grupo que con más cariño recuerdo porque hicimos cosas asombrosas en clase... ellos hicieron cosas asombrosas en mí. Y como victoria personal puedo agregar que incluso aquellos que detestaban leer se sintieron atraídos por la literatura y este año comienzan a ser grandes lectores.
No atribuyo mi éxito a mí misma, eso sería muy egocéntrico y equivocado. Creo que lo que un adolescente, niño o cualquier persona necesita es aprender del ejemplo, muchas veces recibimos la orden "lee un libro" pero nunca vemos al adulto que dio esa orden leyendo. Por el contrario, si una persona disfruta una lectura, no es necesario decir "lee" pues la curiosidad moverá al observador a leer de manera natural, sin presiones. El ejemplo fue la clave.
Este reciente ciclo escolar estuve triste, mis alumnos con quienes compartía los recreos se habían marchado a la preparatoria y yo estaba sola como un champiñón ¡nuevamente! Por si fuera poco, el grupo de primero de secundaria se caracterizaba por algo: su indisciplina. El reto comenzaba de nuevo, ya no era que me aceptaran sino el poder disciplinarlos para lograr buenos resultados.
Todo fue caos, debo aceptar. Sin embargo, hace un mes me convencí de una idea que venía con frecuencia a mi mente: leerles un libro. preparando mis clases comencé a ahorrar entre 10 y 15 minutos para leerle a ese grupo República Mutante un libro que tiene mucha relación con temas de Geografía.
El primer día fue catastrófico, casi nadie me hizo caso, unos cuantos se quedaron dormidos y yo terminé pensando que de todas mis locas ideas, esa fue la peor. Lo volví a intentar por segunda y tercera vez, prometiéndome que si seguía siendo igual, abandonaría el proyecto. y sí, algunos siguieron dormidos, otros se quejaron, pero otros tantos comenzaron a prestar atención e incluso soltaban algunas risas involuntarias con las aventuras de los personajes.
Me sorprendí a la semana de comenzar a leer porque cuando me encontraba a los alumnos de ese grupo por los pasillos me preguntaban: "¿Miss, nos va a leer hoy?" incluso aquellos que yo puedo jurar que se dormían mientras yo leía, me preguntaron lo mismo. También ocurrió que hubo unos cuantos días en que no nos vimos o no pude leerles, así que ellos me recordaban: "Miss, no nos ha leído" "Miss ¿va a volver a leernos?" yo estaba simplemente atónita.
No sé si soy una buena maestra, no sé si he hecho bien, lo que sí sé es que confiar en un libro es la mejor apuesta para que algo te salga bien, porque ya lo comprobé. Mi mejor arma en ese momento fue lo único que conocía: los libros y me resultó porque no sólo los alumnos de primero de secundaria se motivaron con la lectura, también se disciplinaron, guardaron el silencio que ni el trabajo, los regaños e incluso las pláticas amables lograron.
Lamento mi cursilería pero tenía que compartirlo porque si hay algún maestro desesperado allá afuera, quizá estas líneas le sean de utilidad y porque si hay alguien que en este momento esté pasando por un momento difícil, me gustaría que estas experiencias le den esperanza y se convenza de que no hay mejor refugio que un libro.

Nos estamos leyendo...
Ni*

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